Reflexiona sobre tus prioridades

 ¿Sabes realmente cuáles son tus motivaciones y deseos personales de vida?

Si es así: "¡Enhorabuena!" ... pero todavía te queda camino por recorrer. Ahora deberás aprender también a no perderte en deseos que no son los tuyos, o que no crees prioritarios, y de los que, sin embargo, parece que no te puedes deshacer.


Me gustaría que leyeses y meditases sobre la siguiente naracción y después identificases qué es lo verdaderamente importante para tí:


Un día se le pidió a un viejo lama de Dharamsala que diera una lección sobre la planificación eficaz del tiempo a un grupo de dirigentes de grandes compañías. Esta clase constituía uno de los cinco talleres de su jornada de formación. El anciano sólo disponía de una hora para transmitir su filosofía.

De pie ante ese grupo de élite (que estaba preparado para apuntar todo lo que el sabio iba a enseñarles), el viejo lama los miró uno por uno, lentamente, y luego les dijo: "Vamos a llevar a cabo un experimento". De debajo de la mesa que lo separaba de los alumnos, sacó un inmenso bote Masón de un galón (tarro de cristal de más de 4 litros) que colocó delicadamente frente a él. A continuación, sacó una docena de pedruscos del tamaño de una pelota de tenis y los metió, también delicadamente, uno por uno, en el bote. Cuando estuvo lleno hasta arriba, y le fue imposible introducir ningún pedrusco más, levantó los ojos hacia sus alumnos y les preguntó: "¿Está lleno el bote?"
Todos respondieron: "¡Sí!". Esperó unos segundos y añadió: "¿Seguro?". Entonces, se inclinó de nuevo y sacó de debajo de la mesa un recipiente lleno de grava. Minuciosamente, la vertió y después agitó levemente el bote. La grava se escurrió por entre los pedruscos...hasta el fondo del recipiente. El viejo lama levantó de nuevo los ojos hacia su auditorio y preguntó: "¿Está lleno el bote?".
Esta vez, los brillantes alumnos comenzaron a comprender qué se llevaba entre manos: "¡Probablemente no!". "¡Bien!", respondió el anciano. Se inclinó de nuevo y, esta vez, sacó de debajo de la mesa un frasco con arena. Con sumo cuidado, lo vertió en el bote. La arena se deslizó hasta llenar los espacios existentes entre los pedruscos y la grava. Y de nuevo preguntó: "¿Está lleno el bote?".
Esta vez, sin dudarlo y de coro, el brillante auditorio respondió: "¡No!". "¡Bien!", contestó el viejo lama. Tal y como se esperaban sus prestigiosos alumnos, cogió la jarra de agua que había en la mesa y llenó el bote raso hasta el borde. Levantó los ojos hacia el grupo y preguntó: "¿Qué gran verdad nos muestra este experimento?"

El más audaz de los hombres de negocios, pensando en el tema de la clase, respondió: "Eso demuestra que, incluso cuando creemos que nuestra agenda está completamente llena, si de verdad queremos, podemos añadir más citas, más cosas que hacer".
"No" -respondió el anciano-. No es eso. La gran verdad que nos demuestra este experimento es la siguiente: si no metemos los pedruscos lo primero, no podremos meterlos ya". Hubo un profundo silencio. Todos asumieron la evidencia de estas palabras.

Ahora reflexiona sobre la lectura. ¿Cuáles son los pedruscos de tu vida?

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