¿Qué esconden las pesadillas?


Aunque las pesadillas son frecuentes durante la infancia, su presencia continuada en adultos puede estar relacionado con ciertos trastornos de la personalidad y enfermedades psiquiátricas.
















Todos hemos sufrido en alguna ocasión una pesadilla. Ensoñaciones negativas que aparecen de manera esporádica relacionadas o no con un suceso traumático y que generan sentimientos de angustia, temor o tristeza que perduran al despertar.

Diversas ramas de la Medicina, como la Psicología, la Psiquiatría y la Neurología han indagado acerca de las causas de las pesadillas, pero aún no existe consenso claro sobre por qué se producen, qué función cumplen dentro de la mente humana o su relación con ciertas enfermedades.

Las pesadillas son sueños largos entre 5 y 15 minutos de duración, complicados, elaborados y con aumento progresivo de la sensación de terror, ansiedad o miedo que aparecen en la fase REM (Rapid Eyes Movements). Se engloban dentro de las parasomnias (trastornos del sueño caracterizados por comportamientos, fenómenos o conductas anormales asociadas al sueño, a sus fases específicas o a los momentos de transición sueño-vigilia).

 Las pesadillas son parte del proceso madurativo en niños. Por eso, su frecuencia es mayor durante esta etapa de la vida (la prevalencia oscila un 10-50% en niños de 3 a 5 años).
Suelen aparecer por primera vez entre los 3 y los 6 años y, aunque no constituyen trastornos importantes, si pueden exigir apoyo psicológico por los efectos secundarios que pueden provocar (nerviosismo, ansiedad, irritabilidad, miedo a la noche, temor a conciliar el sueño y somnolencia durante el día, entre otros). Además, las pesadillas pueden estar asociados otros fenómenos como somniloquios (verbalizaciones durante el sueño espontáneas o inducidas por la conversación con otra persona), movimientos bruscos, gritos, sonambulismo y aumento de la actividad vegetativa.

En el caso de la población adulta, el porcentaje que admite sufrir pesadillas varía entre el 50 y el 85%, con la diferencia de que en los adultos son más espaciadas y se viven de una forma menos intensa.

En lo que se refiere a los desencadenantes de las pesadillas, en alguna ocasión se ha hablado de la existencia de una predisposición genética aparecer a padecerlas y varios estudios la relacionan con ciertos trastornos psicológicos, alteraciones de la personalidad y enfermedades psiquiátricas, como la esquizofrenia. Algunos especialistas han situado al estrés y la ansiedad como causa principal y, al mismo tiempo, consecuencia directa de las pesadillas y un estudio reciente revela que el riesgo de padecer trastornos psiquiátricos es de 5,7 veces mayor en pacientes con pesadillas frecuentes. Asimismo, su aparición está directamente relacionado con sucesos traumáticos y la ingesta algunos fármacos como el L-dopa, beta-bloqueantes y benzodiacepinas.

 Así pues es habitual que cuando una persona sufre una enfermedad o presenta preocupaciones personales, emocionales, sociales o laborales tenga pesadillas. Parece ser que las pesadillas relacionadas con sucesos negativos, cumplen una función adaptativa, permitiendo una exposición repetida el suceso estresante. De igual modo, resulta importante prestar atención contenido naturaleza de los sueños, especialmente cuando son recurrentes.

Una pesadilla que se repite puede significar que el organismo está enviando un aviso de que algo no está funcionando bien, por lo que resulta aconsejable buscar asesoramiento para indagar en su origen.

La mayor parte de las veces las pesadillas no requieren tratamiento, excepto cuando provocan somniloquios, gritos, movimientos bruscos o sonambulismo. En estos casos es necesario buscar asesoramiento profesional para descartar la existencia un trastorno de conducta  del sueño REM, un trastorno por estrés postraumático o apneas del sueño. Las terapias cognitivas de relajación también son una alternativa eficaz para aquellas personas que sufren pesadillas de manera frecuente.

 

 

 

Las pesadillas y los terrores del sueño en niños


Las pesadillas esporádicas en niños no deben ser un motivo de preocupación, en tanto que constituyen una parte fundamental dentro del proceso madurativo infantil. Lo que sí resulta imprescindible es diferenciarlas de los terrores nocturnos, ya que sus causas y consecuencias son diferentes.

Los terrores del sueño se suelen producir entre los 3 y los 5 años (aunque puedan prolongarse hasta los 12 años) pudiendo aparecer de forma espontánea o ser provocados por otros estímulos como déficit del sueño, fatiga, tensión emocional o estrés. Se dan durante la fase no REM del sueño, en el primer tercio de la noche y, durante el episodio, el niño puede incorporarse de manera brusca, chillando y llorando, atemorizado y con signos evidentes de ansiedad. Además, suele haber acompañamiento vegetativo, trastornos del comportamiento, deambulación o micción. En estos casos, intentar calmarlo resulta inútil, ya que en esta fase del sueño, es como si el cuerpo se mantuviera despierto mientras el cerebro duerme y no responde a estímulos externos. Así, el niño no suele recordar nada de lo ocurrido por la mañana.

Algunos autores hablan de un componente hereditario en los terrores nocturnos (el 96% de las personas afectadas por terrores nocturnos tenían familiares en primer, segundo o tercer grado con el trastorno), aunque la aparición de los episodios en niños no se relaciona con trastornos mentales o psicopatológicos, al contrario de lo que ocurre con la población adulta.

Por otra parte, las pesadillas se producen durante la fase REM el sueño, en la segunda mitad de la noche, y su aparición suele estar directamente relacionada con hechos ocurridos durante el día o con problemas emocionales. La mayor parte de las veces el niño recuerda lo ocurrido y es capaz de relatar el episodio con riqueza de detalles.

Las pesadillas y los terrenos nocturnos no suelen requerir un tratamiento específico, excepto cuando se producen de manera continuada, tienen consecuencias en la calidad de vida de la persona que las padece o provocan consecuencias tales como miedo a la noche o temor a dormir. Los especialistas consideran normalizado una frecuencia de un episodio semanal o quincenal. Por encima de esta frecuencia, es necesario consultar el caso con el pediatra, que analizará posibles problemas orgánicos en el caso de los terrores nocturnos y vivencias traumáticas en el caso de las pesadillas.

 No hay que olvidar que detrás de las parasomnias puede existir una patología como las epilepsias nocturnas, las depresiones, los trastornos afectivos y algunos tipos de tumores cerebrales. También se relacionado una elevada prevalencia de pesadillas en la infancia con la posibilidad de sufrir distimia o depresión en la edad adulta. En cualquier caso, es importante buscar asesoramiento profesional para evitar repercusiones negativas en el bienestar y el correcto desarrollo emocional del niño.

  • PESADILLAS                              
- Aparecen en la segunda mitad de la noche (fase del sueño REM)
- El niño despierta durante el episodio o después y recuerda todo lo ocurrido.
- Al despertar, el niño es capaz de relatar la pesadilla con riqueza de detalles.
- Suele comenzar entre los 3 y los 6 años
- Al buscar sus causas, el profesional estudia vivencias traumáticas.
-No suele aparecer movimientos ni vocalizaciones.


  • TERRORES NOCTURNOS
- Aparecen en la primera mitad de la noche (fase del sueño no REM)
- El niño se incorpora de manera brusca, gritando, llorando y con signos claros de ansiedad. Despertarlo resulta inútil.
- Al despertar, el niño no recuerda lo ocurrido.
- Se dan entre los 4 y los 12 años
- Al buscar sus causas, el profesional evalúa posibles problemas orgánicos.
- Pueden aparecer deambulaciones, vocalizaciones, micción y acompañamiento vegetativo.




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MARGIL Psicología
María Álvarez Gil - Psicóloga Colegiada Nº O-02349
Web: www.margilpsicologia.com
Blog: http://margilpsicologia.blogspot.com
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3 comentarios:

  1. Muy útil María!!
    Aprendo contigo!
    Nora

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    Respuestas
    1. Gracias Nora! El placer es mío. No te puedes ni imaginar cuánto se aprende mientras se enseña.
      Saludos desde Asturias

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  2. Puede que sí que este relacionado a algún transtorno sufrido con anterioridad, es un indicio para si llega a nuestro consulta indaguemos y estudiemos el espectro familiar para que nos sirva de apoyo en un posible diagnóstico, sea clinico o patológico.

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